No subestimes tu PODER – La historia de Luisa

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Generalmente la mayoría de nosotros tendemos a tirarnos para abajo, estamos constantemente criticándonos y juzgando nuestras acciones. Nos resulta más fácil castigarnos que alentar nuestras fortalezas, nuestros talentos o celebrar aquello que logramos por más pequeño que sea.

Subestimamos tanto esas pequeñas victorias y las dejamos pasar por alto ya como un hábito, pero sin embargo cuando nos equivocamos o sentimos que no hicimos algo de la mejor manera podemos estar días castigándonos por esas acciones.

Lo que uno cree, lo que uno juzga factible o no, en gran medida determina lo que es capaz de hacer o no y si creemos (o nos hicieron creer) que no servimos para nada, mientras permitamos que esa creencia maneje nuestros estados probablemente nuestras acciones reflejaran esa creencia.

Nuestro cerebro posee filtros, que actúan como una red neurológica que selecciona y filtra la información que necesita, la que espera necesitar en el futuro y la que refuerzan esas creencias (o representaciones internas).

Pero cada una de estas creencias o representaciones internas no son verdades absolutas, lo que significa que podemos cambiarlas y redireccionarlas hacia una forma más positiva. Por ejemplo, si pienso y digo luego de un evento o acción fallida «Soy un desastre».. «Nada me sale bien» podría intentar reemplazarlo por «Hice lo mejor que pude» o «En ese momento fue lo mejor que me salió», son pequeñas maneras de ir cambiando estas representaciones que tenemos de nosotros mismos y si bien al comienzo parecerá difícil, como todo hábito con las repeticiones en aumento se volverá automático y estaremos generando filtros más positivos y que definitivamente nos llevarán de una manera más sana y productiva hacia aquello que quiero lograr, un trabajo, una relación, un proyecto, etc.

Para explicarte mejor sobre el poder que tenés y como podes ser vos quien gobierne tu propio reino interno dando las instrucciones necesarias a tu cerebro de mirar hacia ese lugar que te favorece, te voy a contar una historia… una muy buena.

Luisa una vez más había salido de una reunión sin animarse a presentar una propuesta en la que había trabajado todo el fin de semana y de la cual estaba sumamente orgullosa, además podría haberle dado la posibilidad de liderar el proyecto si su propuesta era aceptada.

Pero como en la mayoría de las veces, con el solo hecho de pensar en hablar frente a varias personas mirándola, automáticamente Luisa se bloqueó y su cerebro al percibir su miedo hizo todo lo posible para protegerla incrementando ese miedo (cortisol) para que no se mueva y así esté segura.

Fueron tantas oportunidades perdidas y muchas de ellas irrecuperables que Luisa dejo pasar que se dispuso a buscar respuestas de porque actuaba de esa manera.

Una amiga que estaba muy metida en el estudio de las creencias limitantes le explicó un poco sobre ellas y le aconsejó que primero trate de recordar si en algún momento alguien que tenía o tiene un rol importante en su vida dijo o hizo algo o una situación traumática, pudieron haber causado ese miedo o inseguridad.

Luisa comenzó a pensar y recordó como una vez en el colegio ella tenía que recitar un poema para las mamás de su grado pero que de los nervios se quedó en blanco y no solamente sus compañeros se rieron de ella sino que su maestra le dijo que no se podía confiar en ella y que estropeó el acto, sus textuales palabras fueron «no servís para hablar en publico y menos ser la protagonista». Es decir, no solo tuvo una experiencia traumática sino que la persona que debía cuidarla, guiarla y ayudarla le dejó un claro mensaje… que no «servía».

Ese hecho hizo que Luisa almacene ese hecho como una realidad, su realidad y de ahí en adelante sus filtros reforzaban esa representación interna haciéndola más y más fuerte.

A medida que iba buscando en sus memorias iba identificando esos patrones de comportamientos que acrecentaban esa creencia. Nunca se animó a cantar en las fiestas con karaokes a las que iba, no opinaba de temas que dominaba dentro de grupos de amigos, no viajó a Chile para un curso porque al final del mismo debían exponer un trabajo final, no pudo hablar en la boda de su hermana y mejor amiga, se dio cuenta que la lista era interminable. «!Me prohibí tantas cosas! y sólo porque me equivoque y permití que una persona que no creía en mi influyera de esa manera en mi vida» -se dijo así misma.

Una vez que Luisa encontró la raíz de su miedo comenzó a trabajar internamente en cambiar ese pensamientos, esa creencia. Entendió que ella tenía el poder para dirigir sus pensamientos y por ende sus estados de ánimos, su manera de encarar el día. Entendió que sí podía y debía ser la protagonista de su vida.

Primero se dispuso a anotar cada vez que ese miedo se presentaba, fecha, lugar, motivo, etc. y elaboraba posibles anclajes que le sacaran de esa zona de miedo, diciéndole ella a su cerebro como actuar.

Por ejemplo, en una reunión donde tenía que presentar una propuesta de negocios pensaba cual era el cuadro ideal para ella en dónde se sentía más cómoda y se vio descalza sobre el piso fresco de su casa, en short, con un rodete, sin maquillaje y escuchando música. Entonces creó esa imagen en su mente y cuándo tuvo que pasar al frente incrementó esa cuadro en su mente y le dio luz, pensando que al salir de ahí estaría en su casa de esa manera como recompensa.

No fue fácil ni mucho menos inmediato, fueron muchos años de reforzar y alimentar esa creencia, de volverla un hábito. Pero a medida que Luisa iba entendiendo el poder que tenía comenzó a entenderse a sí misma, a entender su forma de comunicar lo que sentía y administrar sus emociones de manera que sus relaciones, su trabajo, su vida social, sus metas, etc., fueron generando en la mayoría de las veces los resultados que buscaba.

Ah! y todos los días escribía al menos cinco logros obtenidos en el día. Por ejemplo: «Fui al gimnasio», «Me anime a hablarle al chico de Auditoría», «Llame a mamá y la invité a almorzar», «Nada de azúcar hoy!», etc. Tomó la decisión de premiarse cada vez más y castigarse menos.

Quizás hoy te pasa algo parecido que Luisa y leyendo estas líneas encuentres una herramienta para comenzar a entenderte. Lo importante es que entiendas que cada uno de nosotros vive según sus realidades que no son verdades absolutas, lo cual significa que pueden ser modificadas y reemplazadas por realidades más productivas y sanas.

Comenzá por identificar esos miedos, esas creencias que son capaces de cambiar tu estado de ánimo y son obstáculos para llegar al destino que soñas. Anotalas, registrá en que situaciones aparece, con que frecuencia, si es frente a cierto tipo de personas, etc., y luego inicia tu viaje en tus recuerdos para identificar como se pudieron haber generado, a partir de ahí vos vas ir creando la manera de modificar lo que necesites.

«El poder de uno radica en la capacidad de cambiar la propia vida, dar forma a las propias percepciones y conseguir que las cosas funcionen a favor y no en contra de uno mismo»

Con cariño,

tu amiga Noe

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